Textos

La paloma, el sotano y la torre: una mirada

José Luis Salgado Marín*

Efrén Hernández (1904-1958) publicó en el año de 1928 uno de sus cuentos más peculiares, Tachas, del que le sobrevino el sobrenombre de Tachitas. Siendo coeditor de la revista América, fue mentor editorial de Juan Rulfo. Su novela La paloma, el sótano y la torre (1949) no cabía dentro de los cánones literarios de su época; debió pasar tiempo, tomar distancia crítica, para comprenderse y ser revalorizada.

En plena revolución mexicana, durante el llamado “Orozcazo” ocurrido en agosto de 1914, en León, Guanajuato, una familia se resguarda de la violencia revolucionaria en la casa de la abuela. Catito, el protagonista-narrador de la novela, ya de adulto recuerda cuando, siendo adolescente, decide iniciarse por sí mismo en las artes del amor y la concupiscencia. Esta decisión arrastra a la tía Lina y a Fulán, involuntariamente, en una serie de sucesos inesperados e insólitos que se van a desarrollar a lo largo de la novela.

Mediante digresiones, disquisiciones, monólogos, enumeraciones de adjetivos sinónimos, flashbacks y otros recursos literarios, rompe la linealidad y la cronología de la estructura narrativa y aborda la novela desde diferentes perspectivas en el espacio-tiempo. Estas interrupciones breves o extensas definen, proponen o ahondan en el tema que quiere mostrar. De esta misma manera, explica el carácter de los personajes, agrega información, otorga valoraciones y opiniones dentro y fuera del espacio narrativo. Esto implica que el lector debe volverse cómplice soltando la imaginación y esforzarse en una lectura muy atenta para no perderse las revelaciones que iluminan el relato.

Aunque Amado Nervo, Julio Torri y Alfonso Reyes ya habían incursionado en la narrativa de ficción, Efrén Hernández se acompaña de otros elementos como el humor, la ironía, el tono satírico, lo fantástico, lo psicológico, el absurdo.

Efrén Hernández es un autor muy exigente con sus lectores, pero a cambio les revela una cosmovisión nueva y sorprendente. Pide atención plena o, de lo contrario, el lector se perderá entre los recursos literarios mencionados antes, y que el autor utiliza para plantear su revelación.

En esta novela, Efrén Hernández explora la condición humana, que deriva de la oposición entre la carne y el espíritu, así como de la razón y la pasión. Explora y pone sobre la mesa algunos temas, entre ellos: la ética, el sonambulismo, la psicología empírica o cotidiana practicada por la tía Gila, el papá de Catito y el mismo Catito; también indaga en la autoscopia —experimentar la sensación de mirar el propio cuerpo desde fuera del cuerpo, como el desprendimiento del alma, o experiencia extracorporal—, además de otros temas.

Catito es egoísta, lo mueven sus intereses, sus conveniencias; es inteligente pero la inteligencia está al servicio de sus instintos y deseos. Fulán es pragmático, sus impulsos y sus acciones están al servicio de su conciencia y de la razón.
Juana Andrea, la tía Lina, alentada por Catito, se siente ilusionada y atraída por Fulán, aunque no sabe cómo actuar cuando está junto a éste. Sin embargo, se deja llevar por la intuición femenina y la razón.

Fulán pasa por una especie de epifanía, abre el umbral de otra realidad paralela a ésta, más lo que ve parece no interesarle. En esa otra realidad se mira a sí mismo en un espejo y también puede ver a Juana Andrea, su amor. De esta manera, cuando regresa de la otra realidad y se encuentra con ella en ésta, no recuerda que ya la había visto, pero “la reconoce con el corazón”.

Ahora bien, las metáforas de la torre y del sótano aparecen como los opuestos «arriba y abajo». Pero los «arriba» y «abajo» en esta novela, implican más una topología moral que social o geográfica o de arquitectura. El único arriba en la casa es “el altito”, una especie de desván ubicado arriba de la casa donde viven y donde acomodan a Fulán, éste se gana a pulso ese lugarcito sublimando las frustraciones ocasionadas por la tía Lina y Catito, convirtiendo las adversidades en voluntad de ayuda a la familia.

La inteligencia, que bien pudiera ser la paloma, ¿está al servicio de quién?, de los instintos, del egoísmo, de la mentira, representados muy bien por las necesidades y deseos personales de Catito, que bien pudiera simbolizar el sótano. O al servicio de la razón, el amor, la sublimación, representado por Fulán, la torre. Así tenemos una topología no tanto física, pero sí psicológica y ética.

La paloma, el sótano y la torre nos plantea el dilema de la inteligencia frente a la torpeza de la razón y agrega que la inteligencia no es suficiente por sí sola sin el sentido de la bondad y preocupación por el otro, o si es usada con fines egoístas, nos arrastra al caos y destrucción.

En el sexto y último capítulo, titulado “Semifinal”, Catito empuja al precipicio a Fulán, para quedarse con la tía Lina. Efrén Hernández pareciera cerrar de manera trágica el triunfo del mal sobre el bien, poniendo entre paréntesis el futuro de la humanidad.

Así pareciera concluir, o semi concluir la historia, pero como este último capítulo lleva por título “Semifinal”, entonces también sugiere que el autor pone en manos del lector la libertad y la responsabilidad de finalizar esta historia.

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*José Luis Salgado Marín es egresado del diplomado «Realidad y revelación: una visión de la literatura mexicana del Siglo XX», realizado por Literaria Centro Mexicano de Escritores con el apoyo del Sistema de Apoyos a la Creación y Proyectos Culturales de la Secretaría de Cultura Federal.