
Imagen: José Guadalupe Posada.
En el antiguo Egipto, Osiris representaba la muerte fértil: sin él, ninguna vida era posible. Cada año, la crecida del Nilo arrastraba a su paso el conjunto de lo extinto, cubriendo al imperio de un olor nauseabundo. Meses más tarde, tras el retiro de las aguas, las tierras recién descubiertas, exuberantes y ubérrimas, regalaban por doquier la vida nueva. El dios de los funerales y de la resurrección, Osiris, nos recuerda que si bien vamos de paso, la muerte es sólo el umbral para el renacimiento. Llamados a la eternidad, debemos encontrar en lo profundo del corazón la guía para ascender al infinito. En este número de la Revista Literaria revisitamos el misterio.
No sin mi reflejo, de Isabel Muñoz, nos muestra un portal hacia el extrañamiento de nosotros mismos. Cucaracha de reflexiones o reflexiones de cucaracha, prosa poética de Christophorus Robin, nos llena de asombro ante el eterno retorno de lo muerto y de lo vivo. Gabriela González nos recuerda en Mi iceberg, la muerte y resurrección del ser amado. María negra, de la autoría de Camilo Villegas Restrepo, retrata la larga espera de una muerte bendita. Graham Stanley ilumina un fresco de añoranza en Las señoras Yapp y Lamb, mientras que con Misión planeta Tierra, Rocío Cornelio juega con la idea de un ir y venir de toda alma en pos del perfeccionamiento. Ricardo García evoca con El ladrón y la dama, las viejas leyendas sobre aparecidos. Por último, Vanessa Fernández Carlos nos brinda Tres poemas de la revelación, mientras que Carlos Andrés Rivera Olvera cierra el ciclo con su poema de esperanza Inicio.
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