
Eugenia Polo*
Ya es hora de salir, tengo que darme prisa. Con cada minuto que pasa me queda menos tiempo. Tengo que apurarme. Apurarme.
Todavía nada está listo. Ni ropa, ni maquillaje, ni zapatos. ¡Cómo es que he pensado tanto y todavía no tengo ninguna opción! Todo debe ser perfecto porque esta noche voy a verlo a ÉL.
No puedo permitirme pensar más. Tengo que tomar decisiones. Pelo: ¿arriba o abajo? ¿Lacio o rizado? Maquillaje: ¿labios rojos? ¿Ojos para matar? Matar. ¡Podría matarme a mí misma por ser tan lenta e indecisa!
Falda. Debe ser una falda. Sensual y femenina. Probablemente una falda larga para que sea elegante e intrigante al mismo tiempo. Y el pelo arriba para abrir el cuello. Se verá más largo así. Provocativo, seductor. Así le va a gustar.
Me recojo el cabello, como si fuera una elegante Audrey Hepburn. No se ve bien. Mi cuello no es suficientemente largo. Llevar el pelo así sólo lo hace evidente. Lo examino en el espejo. Definitivamente no es largo. Definitivamente no es fino. Tampoco es grueso. Es gigante. Enorme. Y corto. ¡Casi no tengo cuello en absoluto! Aguja de cerdo. Es feo. Mejor lo cubro con una bufanda. ¿Con cuál? Corro a mi guardarropa. Aquí está una. Es bella. Larga, de seda. Hace juego con el color de mis ojos. A él le gustará. Cuidadosamente me enrollo la bufanda alrededor del cuello. Ahora no tengo miedo de verme en el espejo.
Falda. La falda. ¿Él no va a pensar que estoy demasiado arreglada? ¿Quizás mejor unos jeans? Más casual. Estos son nuevos, ¡me quedan como anillo al dedo! Tomo un abrecartas para quitar las etiquetas. Sólo tengo que tener cuidado de no cortarme. El abrecartas es frío y extrañamente pesado.
Mientras intento ponerme los jeans me enfrento a la horrible realidad. ¡No se ven bien en absoluto! ¡Qué estúpida fui por comprarlos! ¿Dónde estaban mis ojos? ¡Mi culo es enorme! Mis piernas se ven gordas. Mis caderas son gordas. No tengo nada de cintura. Me veo gorda. No solamente me veo gorda. Soy gorda. Yo. Gorda.
Gorda. Así nunca le voy a gustar. Veo capas de tocino donde solía estar mi cintura. Agarraderas del amor. Qué cruel ironía es llamarlas “agarraderas del amor”. Nadie con lonjas merece amor. Espejo, ¿de verdad soy gorda? Los espejos no mienten. Veo claramente que llevar estos jeans fue un error. Soy gorda.
Mis caderas. Mis manos. Mis pechos. Mi culo. Mis piernas. Soy asquerosa. Nunca le voy a gustar. ¡Qué estúpida de mí por siquiera esperar eso! Entonces, debe ser una falda. Una falda larga, para que él no descubra mis torcidas piernas de enano. Espero que no las note. Espero que yo le guste. No hay nada en el mundo que quiera más que eso.
La falda se ve estúpida. El espejo no miente. Me veo como un cerdo. Un cerdo decorado. Mejor jeans. ¿Y mi culo gordo? ¿Mis caderas? ¿Cómo voy a aparecerme frente a él con un cuerpo tan vergonzoso?
Mejor empiezo por escoger un top. Quizás con esto será más fácil decidir después. Un top. ¡Éste! Nunca me falla. Mi top de la suerte. Siempre recibo cumplidos cuando lo llevo. Mi confianza crece. Él va a ver mi top y ni siquiera notará mis caderas. Así es. Esto le va a gustar. Yo. Yo le voy a gustar. ¿Qué piensas ahora, espejo?
Vuelvo a mirarme y siento cómo se detiene mi corazón. Un escalofrío me recorre. Todas aquellas personas, todas aquellas palabras… ¡siempre han sido burlas! ¿Qué estaba pensando? Nadie llevando esto recibiría un cumplido jamás. Me veo ridícula. Mi pecho está completamente plano y mi espalda encorvada. La cerda jorobada. ¿Por qué me pidió salir? Debe querer sólo reírse de mí. ¡A nadie nunca le gustaría una criatura como yo!
Bueno, todavía tengo mi rostro. Mi rostro. Es bonito. Eso le va a gustar. Sólo tengo que maquillarme un poco. Quizás delineador. Sí. Mis manos están temblando. Delineador. Enfocarme. Necesito enfocarme. Espejo, ¡ayúdame! Aquí vamos. ¡Un ojo hecho perfectamente! El otro. ¿Por qué nunca salen las líneas simétricas cuando se trata de un evento importante? Probaré otra vez. Aquí está. Mucho mejor. Espejo, ¿qué piensas?
Mis ojos se ven horribles. ¡Cómo es que no lo vi! Absolutamente nada simétricos. Mis pequeños ojos de lechón. ¿Cómo podría esperar que le gusten? Tengo que arreglar mi delineador. Mis manos están temblando más y más. ¿Por qué están temblando?, estúpidas manos. Miro hacia abajo y observo cómo van creciendo, más grandes, más gordas, más hinchadas. No es de extrañar que no pueda hacer nada bueno con esas dos gordas cosas peludas. ¿Peludas? ¿Cómo demonios se han vuelto peludas?
Enfocarme. Me estoy quedando sin tiempo. Delineador. Todavía tengo que hacer que estos frijoles feos se vean bien. Aceptable. Menos feos de lo que son. Sigo tratando otra y otra vez y mi párpado ya duele. ¡Sangre! ¿Cuántas veces he tratado de hacerlo bien que ya empezó a sangrar? Y aún así, ¡todavía no está perfecto! Sangre. Tengo que limpiar la herida. Puede ser que todavía tenga unas gotas de delineador en ella. Necesito limpiarla. Limpiar.
Y aquí sigo, paralizada. Incapaz de moverme. Absolutamente. Aún si pudiera, ¿qué podría hacer con mis dedos de salchicha? ¡Qué estupidez! Inútil. Estúpida. Mientras se seca la sangre en mi párpado noto que se pone marrón. Un tono bonito de marrón. Me queda muy bien este tono. Espejo, ¿estás de acuerdo? Hasta parece que mi ojo se ve más grande, más bonito. Ya no es un frijol feo. Quizás. ¿Quizás tengo que hacer lo mismo con el otro ojo?
¿Qué piensas, espejo? Sólo un corte pequeño. Qué fortuna que tengo este abrecartas aquí. La línea quedará muy fina y pulcra. Casi no duele. ¡Cómo es que no se me había ocurrido antes! Casi bella. Quizás… ¿Quizás podría cortarme un poco más para hacer mis ojos un poco más grandes? No va a doler, ¿verdad, espejo?
No duele. Ahora estoy casi bella. No sé por qué mis ojos están llorando. Estúpidos ojos. Debe ser de felicidad: ¡seguramente le voy a gustar! Estoy casi perfecta. ¿Pero qué hacer con estos dedos vomitivos? Quizás… ¿quizás no los necesito en absoluto? El abrecartas avanza, sólo se detiene al llegar al hueso. Mejor pelarlos. Seguramente mis dedos le van a gustar más cuando sean delgados. Yo, yo le voy a gustar. Lentamente, remuevo mi piel. Pedazo por pedazo. Como pelar una manzana. Es muy fácil. El cuchillo se siente como una extensión de mi mano. Pelarlos todos. Todos. Duele un poco. Pero vale la pena. Tengo que ser perfecta para él. Él me va a amar.
Necesito arreglar este culo feo. Debe verse bien. Sólo le voy a dar un poco de forma, como lo hice con mis ojos. Sólo un poco. El abrecartas se siente pesado y confiable, como tomar la mano de un buen amigo. Nada aterrador. Espejo, ayúdame. Gentilmente, mientras el espejo me da instrucciones, empiezo a cortar pedazos de mis caderas enormes, dándoles la forma correcta. ¡Ahora se enamorará de mí! Nada de dolor. Es tan fácil como rebanar jamón.
Sólo me falta arreglar estos pechos planos. Apenas hace unas horas se veían más grandes. Ahora parecen dos pequeños champiñones resecos. Cerdo con champiñones. Tengo que hacerlos atractivos. Más redondos. Más firmes. Más llenos. Llenos. Hay que llenarlos. Hay que poner algo adentro. ¿Qué será? Los doctores lo hacen con grasa. ¡Grasa! La grasa de mis caderas que se quedó en el piso. Lentamente levanto la masa rojiblanca. Asquerosa, como yo. Hay que rellenar estos sacos inútiles. Con el abrecartas hago un par de incisiones por encima de mis pechos, abriéndolos. Pongo la masa adentro. Mis pechos están creciendo. Pongo más. Así le van a gustar. Yo. Le voy a gustar yo.
Me pongo los jeans otra vez. De verdad me veo genial. Así le voy a gustar. Me veo de nuevo en el espejo. Me sonrío. Sólo me falta dar un poco de forma a mis dientes. Ya tengo una lima de uñas en mi mano preparada para eso. Un pequeño esfuerzo más y seré absolutamente perfecta.
Todo será perfecto hoy, así debe ser. Todo será cómo le gusta a él. ¿Qué será lo que le gusta a él?
* Estudiante del diplomado en escritura de Literaria Centro Mexicano de Escritores.
** Alegoría de la muerte – Tomás Mondragón – 1859.