Textos

Tres poemas

Jerónimo Barriga Montoya*

 

 

CENA

 

Te sueño

en el merendero

del manantial rizado

gozando de tu comida

que es pura cordura

tres hojas seis granos.

 

Mi plato

en cambio delira

su salsa es un óleo

película cruenta

tan adorada

por esta nariz.

 

Comes

y cada bocado

te sabe al secreto

cuando la muerte

cuando la playa

de Michoacán.

 

Por su parte mi guiso

tiene gusto al llavero

del gabinete

de una calandria

que vuela raro.

 

El postre acaba en el fondo

del ojo de agua revuelto

donde unas ninfas

ya lo devoran

mientras que tú

te paras al baño.

 

 

NOSOCOMIO

 

Antes de entrar al trabajo

mi cabeza se derrumba.

Voy y compro una pastilla en la farmacia

de un consultorio seductor pero terrible.

Y es que creo que sueño en fiebre

me hago interno aunque no quiera

aunque me esperen en la chamba

del museo de los colores.

 

Era sólo una pastilla estoy en cama

¡Estoy muy tarde!

Entre la lengua incontrolable

de un homúnculo convulso

y una guapa con su amiga

que se saca muchas fotos.

 

¿Qué les pasa?

Se diluye la farmacia

¿Dónde estamos?

Tengo que ir a trabajar

pero no puedo;

lo prohibe musitando

una doctora con sonrisa de cianuro.

 

Estoy enfermo de extravío

intoxicado de visiones

y en el patio para huir

hay que vencer al caracol

que lleva al mimo en su carroza

entre botargas malhabladas.

Pasadas de fiera.

Chistorete cascado.

Hospital carpero.

Quiero salir, la noche es roja y ya cerraron.

Un sabor me tiene atado

me hipnotiza a este lugar

y no me muevo.

 

Truena un trino:

la llamada de mi jefe

está furioso

cae al suelo el celular

y lo rebusco

bajo mi cama

en un nido de bacterias

en las costras de sudores

entre insectos

entre cuatro o cinco dedos cercenados

unos ojos que hablan mixe

y embarrada una canción

que ha tiznado mi expediente

con las notas del perfume delirante

de una sala de emergencias.

 

TRANSPENINSULAR

 

El camino hipnotiza

me dice el driver

que lucha por mantenerse despierto

en una madrugada

de rectas que se pierden

en sombras espinosas y templadas

que me invitan a perderme también.

 

En las visiones

de ballenas floreando entre viñedos,

pescadores paridos por las dunas,

mi cuerpo a la deriva,

tromba de escamas,

película molusca 

y el alma vieja de un lobo marino

bailador de norteñas en un bar.

 

Entonces una frase,

un susurro de estruendo 

le arrebata los vuelos a mi mente

y me despierta.

Es otra vez el driver

diciendo con alivio

como dando un consejo:

Mire, mi amigo, ya va a amanecer.

 

 

*Escritor egresado del diplomado en escritura de Literaria Centro Mexicano de Escritores.

** De «Las cenas de Gala», libro de cocina de Dalí.